En la terraza del Palazzo Grimani de Venecia se celebra un baile de Máscaras. Maffio Orsini y Gennaro, con sus amigos, están a punto de salir hacia Ferrara para llevar a cabo una misión diplomática en la corte de Alfonso, duque de Ferrara. Maffio Orsini explica una batalla en la que estuvo con Gennaro, pero este, cansado de oír hablar de las maldades de Lucrecia Borgia, la actual duquesa de Ferrara, se hecha a dormir. Se van los amigos, y la propia Lucrecia enmascarada y acompañada de su espía Gubetta, no puede disimular la ternura que Gennaro, su hijo secreto, le genera. De pronto llegan los amigos, y la obligan a sacarse la máscara, reconociéndola como la malvada Lucrecia Borgia, insultándola, ya que todos ha sido sus víctimas de una u otra forma. Don Alfonso se ha enterado de que Lucrecia ha estado con un tal Gennaro en Venecia, y que éste se ha instalado frente al palacio ducal. Sospechando una relación amorosa, ordena a Rustighello, su confidente, que detenga al jóven. Gennaro es detenido finalmente por ofender a Lucrecia, sacando la “B” del nombre en el palacio ducal, y dejando leer “Orgia”. Alfonso obliga a Lucrecia a elegir el veneno con el que ajusticiar a Gennaro. Lucrecia lo hace, pero cuando Alfonso se va, satisfecho de haber matado a quien cree el amante de su esposa, Lucrecia da a Gennaro un antídoto, y éste se salva. Rustighello, por orden de Alfonso, está dispuesto a matar a Gennaro, que ha ido, por insistencia de Orsini, a un baile en el palacio de una tal Princesa Negroni. Gennaro y sus amigos están en la fiesta, y la misteriosa Princesa preside el baile. Se sirve vino de Siracusa, y todos beben, aunque Gennaro observa que Gubetta no prueba el vino. De pronto se dan cuenta que estaba envenenado y los ataúdes ya están a punto. Gennaro se destaca del grupo y dice que también hará falta uno para él. Lucrecia se horroriza al ver que ha envenenado a su propio hijo y le ofrece un antídoto pero Gennaro exige que haya para todos. No es posible, sólo hay una dosis. Gennaro prefiere morir con sus amigos. Mueren todos en efecto y, cuando llega Alfonso para detener a Gennaro, Lucrecia enloquece de dolor y le confiesa que Gennaro no era su amante, si no su hijo.