El hijo menor del Conde de Luna ha enfermado, y culpando a una gitana que lo fue a ver de esta enfermedad, la queman en la hoguera. Pero esta gitana, mientras es conducida a la hoguera, reclama venganza a Azucena, su hija. Así, Azucena roba de la cuna al hijo del Conde de Luna, y lo lanza al fuego de la hoguera de su madre, pero en el estado de paroxismo en el que se encontraba, descubre que ha quemado a su propio hijo. Así, cría al hijo menor del Conde de Luna como propio, bajo el nombre de Manrico, el trovador. El viejo Conde de Luna muere de tristeza poco después, legando su título a su hijo mayor. Años después, ambos hermanos están enfrentados políticamente y también en el amor: ambos están enamorados de una dama de la reina: Leonora. Se enfrentan así una noche, en que ambos han ido a ver a su amada, y se enfrentan en lucha de espadas. En el momento en que Manrico va a herir a su hermano escucha una voz del cielo que le impide que lo hiera. Pero el Conde no escucha nada, y lo hiere. Azucena va a buscar el cuerpo de Manrico, lo encuentra moribundo y se lo lleva, lo cura y lo cuida con verdadero amor maternal. Mientras tanto, Leonora, creyendo que Manrico, su verdadero amor, está muerto, decide tomar los votos. Pero nuevamente el Conde de Luna y Manrico se enfrentarán esta vez en el convento, justo a tiempo de evitar que Leonora tome sus votos, y esta vez es Manrico quien logrará quedarse con Leonora y correr a casarse con ella. Pero Azucena, sin conocer donde se encuentra en este momento su hijo, trata de acercarse al castillo donde se encuentra la pareja, y es detenida por Ferrando, un viejo hombre de confianza del Conde de Luna, que reconoce la reconoce. Así, condenan a Azucena a morir en la hoguera. Manrico, recién casado con Leonora, se entera de los sucesos, y corre a salvar a su madre, cayendo también él prisionero, condenado a perder la cabeza. Leonora entonces decide ir con el Conde de Luna, y pedir por la vida de Manrico. A cambio, le ofrece su cuerpo. El Conde por supuesto acepta, pero Leonora es literal: le dará su cuerpo, luego de morir. Toma un veneno de su anillo, y corre a liberar a Manrico antes que el veneno surta efecto. Leonora trata de salvar al trovador, pero este intuye el precio que tendría que pagar Leonora, y la desprecia por aceptarlo Pero es demasiado tarde, el veneno no tarda en hacer efecto, y mientras Leonora se debilita, Manrico entiende que está frente a la mujer que dio su vida por la suya. El Conde de Luna alcanza a escuchar las últimas palabras de Leonora, tanto como para entender que ha sido engañado. Manrico es llevado al patíbulo. En ese momento Azucena, que estaba dormida, despierta, reclama por su hijo, intenta explicar al Conde, pidiéndole que detenga la ejecución, pero ya es tarde. Ya muerto Manrico, Azucena confiesa al Conde que se trataba de su hermano. La madre de Azucena ha sido, finalmente, vengada.