Maria Stuarda es prisionera de Isabel I, acusada de traición. Mientras Giorgio Talbot, su consejero, le pide clemencia para María, su canciller, Lord Cecil, aconseja ejecutarla. María duda ante la idea de ejecutar a otra reina, pero permanece siempre celosa de Leicester, de quien ella está enamorada y que teme esté a su vez enamorado de la Stuarda. Isabel nombra a Leicester embajador ante el rey de Francia, mientras Talbot lo intercepta con un mensaje y un retrato de María. Isabel descubre el mensaje y, recelosa, a instancias de Leicester, acepta visitar a su prima en Fotheringhay. Leicester acompaña a Isabel y se adelanta. En su encuentro con María Stuarda, le pide que se mantenga calma frente a la reina a la vez que le pide matrimonio. María se arrodilla ante Isabel y le implora su perdón, pero de forma sarcástica Isabel la acusa de haber traicionado y asesinado a su marido, Darnley y luego culpa a Leicester quien intenta consolar a María. María pierde el control e insulta a Isabel, llamándola bastarda. La reina la condena a muerte. Isabel además ordena a Leicester presenciar la ejecución. María se confiesa con Talbot, negando cualquier participación en la muerte de su marido y camina, con la cabeza alta, hacia la muerte.