Buoso Donati ha muerto en su cama. Su familia le llora melodramáticamente, hasta que se enteran del rumor de que Donati habría dejado todo su dinero al monasterio local en su testamento. Empieza a buscar frenéticamente el testamento. Rinuccio, su sobrino, lo encuentra, pero se niega a dárselo a su tía Zita hasta que su tía acepte una condición: si el testamento es favorable a la familia, ella debe permitirle casarse con la hija de Schicchi, Lauretta. Después de aceptar, la tía toma el testamento y manda a buscar a Schicchi. Pero cuando el testamento confirma el rumor, todos se ponen furiosos y se niegan a permitir que Rinuccio se case. Cuando Schicchi y Lauretta llegan, son recibidos fríamente. Rinuccio insiste en que Schicchi puede resolver el problema y le dejan de mala gana que lo intente. Schicchi envía a su hija lejos. Después de oír que nadie más sabe de la muerte de Donati, le dice al doctor, cuando llega, que Donati se encuentra mejor y que sus servicios no son necesarios. Manda a Rinuccio a buscar al notario: Schicchi reemplazará a Donati y dictará un nuevo testamento. Los familiares se ponen de acuerdo sobre la repartición de las propiedades de Donati, excepto en cuanto a la mula, los molinos y la casa, los mejores bienes del muerto. Los familiares acuerdan dejar a Schicchi que decida quién heredará esos bienes, pero todos vuelven para tratar de sobornarle a su favor. Schicchi les recuerda que el castigo por la suplantación es la pérdida de una mano y el exilio para todos los involucrados. Al legar el notario, Schicchi reparte los bienes como habían acordado, pero se otorga a sí mismo la mula, el molino y la casa, ante la furia inerte de los familiares, que nada pueden hacer por temor al castigo nombrado por Schicchi. Cuando el notario se va, Schicchi despide a todos ya que están ahora, con Donati muerto, en su casa. Con una nueva dote para su hija, Lauretta puede ahora casarse con Rinuccio.