En su estudio de la ciudad de Munich, el novelista Gustav von Aschenbach comienza a presentir el ocaso de su inspiración. La gran búsqueda de la belleza a través de la disciplina que siempre lo ha acompañado parece ahora abandonarlo. Sus caminatas por los suburbios de Munich lo llevan a un viejo cementerio. Es en ese momento que aparece una exótica figura en la puerta de la capilla, un viajero extranjero de más allá de los Alpes. El viajero evoca paisajes subtropicales de belleza intoxicante. De pronto el viajero desaparece y despierta en el alma del novelista el deseo de viajar, decidiendo pasar algunos días en Italia.
Luego de abandonar Munich, Aschenbach se encuentra a bordo de un ferry que lo llevará a la ciudad de Venecia. Aschenbach se halla incómodo, y su intranquilidad se hace aún mayor cuando es objeto de burla de un desagradable personaje llamado El Escracho Viejo, un hombre de madura edad pero que pretende ser joven. El Escracho Viejo se despide de Aschenbach, quien al llegar a la ciudad aborda una góndola con rumbo al Lido, contrariando sus órdenes. El Viejo Gondolero, una figura caróntica haciendo caso omiso de los reclamos de Aschenbach afirma que lo llevará a donde a él le place. Pero al llegar a la playa, el Gondolero desaparece misteriosamente como el Viajero anterior. Aschenbach asigna a la góndola un presagio fúnebre. El amable Director del Hotel lo recibe con cordialidad y lo conduce a su lujoso dormitorio con vista al Lido. Aschenbach reflexiona brevemente sobre los motivos de su viaje. A medida que se acerca la hora de la cena, invitados de diferentes países se reúnen. Aschenbach ve que no se halla solo, y descubre a una familia de polacos, con dos niñas y un varón. Aschebach observa la belleza del muchacho, en la que cree reencontrar el alma de la antigua Grecia: el niño polaco se llama Tadzio. La madre se une a sus hijos, mientras que Aschenbach cavila sobre la incidencia de la belleza en el arte.
En la playa, Aschenbach languidece bajo una opresiva atmósfera. Compra frutillas a una vendedora y decide quedarse. Los niños juegan y los amigos llaman a Tadzio al agua, y esta llamada adquiere para Aschenbach un carácter casi místico y sobrenatural. Los compañeros aclaman a Tadzio como su líder, mientras que Aschenbach observa extasiado la escena, pensando que podría llegar a escribir una obra maestra basado en la divina belleza de Tadzio. Aschenbach termina por repudiar el opresivo calor, el perturbador viento sirocco y las fétidas emanaciones de los canales de Venecia. Presa del pánico, decide abandonar la ciudad en forma intempestiva y vuelve al hotel. El Director le despide amablemente, momentos en que aparece Tadzio con su familia y Aschenbach reconsidera su decisión. A esto se agrega que un torpe portero del hotel ha enviado su equipaje a la ciudad de Como. Bajo estos pretextos, el novelista decide quedarse en Venecia. Fastidiado, pasa revista a sus motivos. Con firmeza, decide entonces dedicar sus días al Sol y a Apolo mismo. En la playa del Lido, donde se celebran los Juegos de Apolo por parte de los niños y los muchachos, la mente del escritor se halla transportada a la Grecia mitológica: ritos en honor a Apolo cuya voz escucha alabando la belleza y describe a Phoebus conduciendo sus caballos a través del cielo azul. Una nota de digresión en la belleza natural es introducida con la historia de Sócrates y su discípulo Phaedrus. Mientras tanto se desarrolla el pentathlon: La carrera, Salto Largo, Lanzamientos de disco y de jabalina y finalmente la lucha libre. Tadzio emerge como vencedor en todos los juegos. Aschenabch celebra la victoria exaltando a Eros y alabando la belleza como “El espejo del espíritu”. Pero súbitamente el escritor comienza a sentir los efectos de la infección del cólera de la que es blanco. No pudiendo vencer su timidez, no logra establecer contacto oral con Tadzio, quien pasa y le sonríe. Subyugado totalmente por la sonrisa del niño, Aschenbach admite para sí sus sentimientos hacia el chico. La confrontación entre Apolo y Dionisios, han dado comienzo dentro de su ser.
Aschenbach con un libro, racionaliza su reciente experiencia, a la que califica de ridícula y sagrada, pero nunca como poco honorable. Ante la crisis que lo aqueja, el escritor busca refugio en la belleza física, y visita a la barbería del hotel. Accidentalmente el barbero deja escapar la noticia de la enfermedad que se esparce por toda Venecia, pero inmediatamente se retracta ante un Aschenbach inquisitivo. Preocupado por lo que acaba de escuchar, Aschenbach cruza la ciudad, observando si se han emitido advertencias. Pregunta a los ciudadanos que le responden negativamente y tan sólo cuando compra el periódico alemán, Das Tageblatt, obtiene la evidencia de una epidemia de cólera. La presencia de la familia polaca lo inquieta: No deben enterarse de la epidemia ni abandonar Venecia. Aschenbach persigue entonces a los 8 polacos hasta un café en la plaza. En la concurrida Mercería se enfrenta con ellos, pero nuevamente no logra emitir palabra, y los sigue en su góndola hasta el hotel, donde en el punto más álgido de su demencia se acerca a la puerta del dormitorio de Tadzio. De nuevo en su habitación, trata de reconciliar su persona pública y su auto negación a favor de su arte, con el voluptuoso frenesí que lo invade mientras que los huéspedes del hotel se van reuniendo para presenciar un espectáculo brindado por un grupo de músicos ambulantes. Aschenbach llega observando la presencia de Tadzio, y aparta a un lado al Líder de los músicos, haciéndole preguntas sobre la plaga que afecta a Venecia. El portero del hotel lo observa, y a solas con el Líder le ordena no hacer un solo comentario. De nuevo con su troupe, el Líder canta la rítmica y pesadillesca Canción Cómica, con un siniestro acompañamiento que parece imitar el sonido de un pequeño acordeón y termina burlándose de todos los presentes. Con placer Aschenbach observa como Tadzio, al igual que él, no comparte la algarabía popular. En la oficina de viajes, un Empleado Inglés, rodeado de turistas, se ve obligado a cerrar el negocio. Pero Aschenbach lo confronta y le pide que le diga la verdad acerca de la peste. El joven empleado confirma la presencia de una epidemia de cólera asiático. Resumiendo su agitada marcha, Aschenbach planea dar la noticia de la plaga a la madre de Tadzio, la dama de las perlas. Pero cuando llega el momento crucial, nuevamente no consigue emitir ni una palabra. Abatido, reflexiona sobre su fracaso.
En la habitación del Aschenbach, la visión apolínea se vuelve aquí una orgía dionisíaca. Mientras Aschenbach duerme, se escucha la voz de Dionisios, El Dios Extranjero, venciendo finalmente a Apolo. El novelista despierta de esta pesadilla y descubre su propia traición a los ideales que mantuvo toda su vida, entregándose a los caprichos de los dioses. Su voluntad se confirma en la breve escena en la playa casi desierta, en la que observa a Tadzio ejecutar una danza. Dejando de lado toda precaución, vuelve a la barbería del hotel, donde el barbero lo afeita y acicala, transformándolo en la repulsiva figura del Escracho Viejo del primer acto, que él mismo tanto detestara. En su primer encuentro con Tadzio, frente a frente, la mirada del niño lo deja sin energía. Compra nuevamente frutillas, pero esta vez están descompuestas. Exhausto, se sienta en un banco, recordando el tentador deseo del principio. En una última reflexión, intenta trazar su carrera al abismo, exponiendo los conceptos socráticos de la belleza, y de cómo finalmente la pasión conduce al abismo. El Director del Hotel y el Portero intercambian ideas sobre la partida de los visitantes al final de la temporada. Con siniestras exclamaciones que recuerdan al Viajero de Munich, se anuncia el final de la vida del Aschenbach. Su tarea de mensajero del destino se halla casi completa. En la playa Tadzio juega con algunos amigos. Es derribado por su primo Jaschiu, quien le hunde el rostro en la arena. Aschenbach hace un débil intento de ayudar a Tadzio ante la humillación que esta recibiendo, pero no logra moverse de su silla. Sus amigos llaman a Tadzio, y Aschenbach hace eco de los llamados. Cuando parece que el niño lo llama desde el mar, Aschenbach colapsa muerto en su silla de playa.