Don Magnifico, el Barón de Montefiascone, vive en su castillo con sus consentidas y malcriadas hijas, Clorinda y Tisbe y su hijastra Angelina (llamada Cenerentola), quien es obligada en cambio a realizar los trabajos de la casa más humildes. Angelina se consuela cantando una canción sobre un príncipe que intenta encontrar a una novia, encuentra a tres aspirantes y finalmente elige el más amable y más inocente. Un mendigo llama a la puerta. Clorinda y Tisbe le rechazan groseramente, pero Angelina se compadece y le da algo para comer. Un grupo de caballeros llega, trayendo una invitación del príncipe a Don Magnifico y sus hijas, que da un baile en el cual tiene la intención de elegir a la doncella más justa para ser su prometida. Clorinda y Tisbe frenéticamente empiezan la tarea de embellecerse. Su charla chillona despierta a Don Magnifico, que despierta de mal humor y cuenta el sueño extraño que tenía y que debe ser seguramente un presagio de fortuna. Cuando sus hijas le dicen de la invitación al baile, Don Magnifico está seguro que todo esto confirma su sueño. El príncipe, Don Ramiro, ahora entra disfrazado como su propio valet, siguiendo la sugerencia de su tutor, el filósofo Alidoro, que ha realizado ya una inspección del palacio de Don Magnifico pretendiendo ser un mendigo. El príncipe encuentra a Angelina sola, y se enamoran a primera vista. Cuando él pregunta sobre su identidad, la muchacha se aturde y da respuestas evasivas. Los caballeros ahora presentan a Dandini, el valet del príncipe, que por las órdenes de su señor lleva la ropa del príncipe. El príncipe desea permanecer de incógnito de modo de poder observar de cerca a sus aspirantes a prometida y así adivinar sus intenciones. Don Magnifico, Tisbe y Clorinda homenajean a Dandini, a quien creen el verdadero príncipe. Angelina pide permiso de ir con sus hermanastras al palacio; pero Don Magnifico la hace callar, explicando a los presentes que la muchacha es sólo su criada. Observando esta escena, Ramiro puede contener apenas su indignación. Alidoro, ya a solas con Angelina, la consuela y calma y la asegura que personalmente la acompañará al baile. Dandini adula a Don Magnifico designándole Maestro de los Sótanos Reales. Mientras tanto Clorinda y Tisbe hacen todo lo posible para encantar al príncipe, pero sólo tienen éxito en demostrar su vanidad y arrogancia. Los sonidos festivos anuncian la llegada al palacio de un invitado eminente. Una señora estupendamente elegante, velada hace su entrada e impresiona enormemente a la corte. Se quita el velo para revelar la cara de una doncella encantadora. Es Angelina, a quien Alidoro ha escoltado al baile, y aunque la semejanza es notoria, nadie realmente la reconoce. Don Magnifico, Tisbe y Clorinda están molestos por el inesperado aspecto de la hermosa invitada, que podría poner en peligro seriamente sus ambiciones. La conciencia de Don Magnifico está inquieta, ya que ha malgastado la herencia de Angelina para mantener a sus dos hijas en lujo y ociosidad. Ahora está deseoso de casar una de las dos con el príncipe y así rellenar sus menguantes recursos. Ya se imagina establecido en el tribunal y sitiado por suplicantes. Don Ramiro, que también es sorprendido por el parecido de la encantadora doncella desconocida con la muchacha que cree es la criada de Don Magnifico, oye por casualidad una conversación entre Dandini y Angelina. La muchacha acaba de rehusar la oferta de matrimonio del falso príncipe, declarando que está enamorada de su mozo de cámara. El príncipe queda extático con estas noticias y se adelanta a revelar su personalidad y pedir su mano. Angelina le da un brazalete, y antes de la salida, plantea una condición: que debe ser suya si la puede encontrar otra vez y si acepta su verdadera identidad. Don Ramiro recoge su disfraz y se va inmediatamente, jubiloso, para buscar a su querida. Don Magnifico ahora se acerca a Dandini, que sigue la farsa y se burla de él. A medida que Don Magnífico lentamente entiende la verdad, todas sus esperanzas son destrozadas. Volviendo del baile Don Magnifico, encuentra a Cenerentola en un pasillo con chimenea. Junto al fuego, sueña con el príncipe. Sus pensamientos son interrumpidos por la entrada de Don Magnifico y las hermanastras, que desatan su ira sobre ella. Entretanto una tormenta estalla, debido a la cual el carruaje de Don Ramiro vuelca directamente delante de la casa de Don Magnifico. Cuando el príncipe entra para buscar refugio de la lluvia, Don Magnifico renueva sus esfuerzos de congraciar sus hijas con él, tratando de hacer pasar a Angelina como su criada. Pero el príncipe reconoce la pulsera en la muñeca de Angelina, que corresponde al que recibió de ella como regalo. Para el asombro de todo el mundo, pide que ella lo reconozca e indica que debe ser su prometida. Alidoro aconseja que las hermanastras se resignen, diciendo a Clorinda que buque a un marido en otra parte y Tisbe que pida perdón a Cenerentola. La corte brinda tributo a los nuevos príncipes, y Angelina pide a su marido que perdone a su familia. La bondad es tan natural para ella que hasta está preparada para olvidar que la injusticia sufrió en sus manos.