La hija de Keikobad, señor de los espíritus, se ha casado con el Emperador. Ya no pertenece, pues, a ninguno de ambos mundos, y no puede engendrar hijos a menos que encuentre una sombra. En el palacio, la Nodriza recibe la visita de un mensajero de Keikobad, que le anuncia que, si en tres días la Emperatriz no puede conseguir una sombra, el Emperador se convertirá en piedra. El Emperador sale de caza en busca de su halcón, que se aparece ante la Emperatriz anunciándole su peligro. La Nodriza le dice a la Emperatriz que, para obtener la sombra, habrán de descender al mundo de los mortales. Las dos mujeres llegan disfrazadas a la cabaña de Barak, un mísero tintorero que vive con su mujer y sus tres hermanos tullidos y holgazanes. La mujer ama a Barak, pero está descontenta con su vida. La Emperatriz y la Nodriza le ofrecen riquezas a cambio de su sombra y su renuncia a la maternidad. La Nodriza incita a la mujer del tintorero para que traicione a su marido con un hermoso joven. Barak regresa del mercado, donde ha hecho buenos negocios. El Emperador, que no logra explicarse la ausencia de su esposa, se dispone a matarla por creerla infiel. La Nodriza adormece a Barak y vuelve a invocar al amante. La mujer de Barak se muestra furiosa al ver que su marido no cuida de ella. La Emperatriz, cada vez más turbada por lo que ha provocado, dice que debe ser ella quien se convierta en piedra. La mujer de Barak declara a su esposo que ha renunciado a tener hijos. Él le acerca una antorcha y comprueba que no proyecta sombra alguna. Amenaza con matarla, pero la Emperatriz renuncia a apropiarse de la sombra. En ese momento la tierra se abre y separa a Barak y su mujer, mientras la Nodriza se lleva a la Emperatriz en una barca mágica. Poco después, Barak y su esposa siguen separados en una caverna, cerca del templo de Keikobad. La mujer oye las voces de los niños no nacidos y los dos se dan cuenta de su profundo amor. Llegan la Emperatriz y la Nodriza, y ésta trata de disuadir a su señora de que se someta al juicio de Keikobad. Después de intentar separar una vez más a Barak y a su esposa, la Nodriza es condenada a vagar por el mundo de los mortales. La Emperatriz se niega a beber el agua de la vida para conseguir la sombra. Se le aparece el Emperador, completamente petrificado a excepción de los ojos. Pero la Emperatriz vuelve a negarse a beber. Entonces, una sombra se extiende a sus pies y el Emperador revive. Las voces de los niños no nacidos se unen jubilosas a la celebración.