En la taberna del maese Luther, en Nuremberg, Hoffmann y unos amigos estudiantes beben durante el intervalo de una función de Don Giovanni, donde canta Stella. Ella ha enviado una llave a Hoffmann para que la vea después de la función, pero ha sido interceptada por el consejero Lindorf. Todos festejan, HOffmann interpreta una canción para todos, y finalmente comienza a contar sus amores… aunque está por comenzar el Don Giovanni, a nadie le preocupa, es más interesante el relato del propio Hoffmann. Relata su amor por Olimpia y cómo descubrió que se trataba de una muñeca mecánica, el amor de Giulietta, la cortesana, en Venecia, que le costara el reflejo y Antonia, la joven cantante que muere de consunción. En todas las historias, a cuál más cruel, el diablo mismo parece seguir a Hoffmann. Toda la taberna escucha atentamente las historias, hebrios. Llega finalmente Stella, extrañada de que Hoffmann no haya ido por ella, y lo encuentra hebrio y dormido. Stella lo desprecia. Entre los toneles, aparece la Musa, enamorada de Hoffmann, que le dice que es a ella a quien él debe amar, ella es quien lo inspira y quien lo ama.