Hanna Glawari acaba de heredar 50 millones de francos tras la muerte de su marido. En la embajada de Pontevedro en París, la preocupación del embajador, el barón Mirko Zeta, y toda la embajada, es retener ese dinero en el país, evitando que Hanna se vuelva a casar, esta vez con un extranjero. A tal punto está preocupado con esto el barón Zeta, que no llega a notar el descarado coqueteo que sucede entre su esposa, Valencienne y el joven Camille de Rosillon. El barón manda a llamar al Conde Danilo: la prohibición de su tío puso fin, años atrás, al de Danilo con Hanna. Zeta le dice a Danilo que es su deber salvar al reino casándose con Hanna y reteniendo el dinero, pero él se niega y comienza a buscar otros candidatos adecuados, pero Hanna los rechaza. En una fiesta en la casa de Hanna, Valencienne trata de romper su insipiente relación con Camille. Para lograr la privacidad necesaria para hacerlo, se encierra con él en el invernadero. Zeta, enterado de que Camille tiene una aventura con una mujer casada, espía por la cerradura y cree ver a su esposa. Hanna saca a Valencienne por la puerta trasera del invernadero y ocupa el lugar con Camille y así salva el honor de Valencienne y consigue despertar los celos de Danilo. Para hacer más convincente la situación –y explotar los celos de Danilo – Hanna se compromete con Camille. Danilo recibe esa tarde un telegrama donde se le informa la ruina inminente del país y le pide a Hanna que deje a Camille. Ella acepta, para felicidad de Danilo. El Barón encuentra un abanico de su mujer con una declaración de amor de Camille y jura divorciarse de su esposa y casarse con Hanna para salvar Pontevedro, pero ésta le dice que perderá su fortuna si se vuelve a casar. El Barón se retracta pero entonces, libre de dudas sobre las motivaciones, Danilo vuelve a pedirle la mano a Hanna. Ella acepta y aclara que ella perderá su fortuna, en favor de su nuevo marido.
